El Covid-19 ha provocado una pandemia que viene afectando la salud de las personas y la economía de los países. El hecho que no exista aún un tratamiento y/o una vacuna ha llevado a que la solución transitoria sea una cuarentena casi general, con sus subsecuentes efectos sobre las economías nacionales. Estamos así ante una recesión mundial sincronizada. 

En todos los países se viene discutiendo sobre el dilema de qué actividades económicas se suspenden y cuáles no. Y luego de las cuarentenas, cuál es la velocidad de re inicio de las actividades paralizadas. 

Se sabía (o debiera haberse sabido) que en el Perú el éxito de la cuarentena seria más dificil que en otros países. Primero, por la elevada informalidad del empleo dependiente y la fuerte presencia de los trabajadores independientes. Los primeros son cerca del 70% del empleo privado dependiente y los últimos son cerca del 40% de los trabajadores urbanos en el sector privado. Segundo, por el bajo grado de penetración del canal moderno (apenas 20%). La gran mayoría de familias compra en las ferias y mercados tradicionales y bodegas. Tercero, la alta frecuencia de compras en el año. En la región, Perú destaca con más de 200 días al año en ese tipo de compras, sea por la periodicidad en que los trabajadores reciben sus bajos ingresos y/o por la relativamente baja tenencia de refrigeradores en los hogares.  

Sin embargo, habia dos factores que las autoridades podían controlar. Uno era el diseño y entrega de las transferencias a los hogares para que mantengan la cuarentena. En monto oportuno y suficiente. Lamentablemente no ha sido el caso. El otro era el control de los mercados de abastos y el transporte público, algo que se sólo se comenzó a realizar cuando la cuarentena llevaba el 75% de avanzadaa. 

Como la recesión viene siendo causada por un asunto sanitario, el criterio para el reinicio de actividades debe ser sanitario. Cada industria tiene intrínsecamente un índice de contacto físico entre personas y una probabilidad de contagio. Así, un espectáculo público con miles de asistentes cantando o coreando un gol es distinto a un abogado que resuelve un caso legal desde su casa. Cualquier actividad queda en el medio de estos dos ejemplos. Este factor de contagio se puede reducir aplicando protocolos propios de cada sector. Aquellos que puedan adaptarse a la nueva normalidad deben abrir o seguir operando, según sea el caso. 

En términos económicos se trata de una típica externalidad que debe ser internalizada. Es decir, no se puede dejar a las personas y empresas a actuar libremente porque pueden afectar a un tercero al que no podrían compensar. En estos casos, la intervención estatal está totalmente justificada. 

Sin embargo, puede haber intervenciones inteligentes y poco inteligentes. Es decir, tenemos desde una planificación centralizada hasta dejar que el mercado opere libremente, dentro de un nuevo marco de operaciones. 

En general, así se organizan todas las economías del planeta. Desde una planificación central como la de Corea del Norte, hasta digamos una economía libre como la de Estados Unidos. Libre dentro de ciertos parámetros fijados por el Estado y las leyes. 

En el caso peruano, las autoridades del poder ejecutivo han decidido plantear un esquema de reinicio gradual de actividades según criterios que no son públicos. Para otros aspectos  regulatorios muchas veces se prepublican las norman y se reciben comentarios para su mejor adaptación a la realidad de cada sector regulado. Acá no se ha seguido esta sana práctica. 

Las autoridades han dado marchas y contramarchas en asuntos puramente sanitarios. Tenemos el ejemplo de los trabajadores obesos (IMC de más de 30) y de mayores de 60 años, que luego se cambiaron a obesidad mórbida (IMC de más de 40) y mayores de 65 años. 

Hasta ahora tenemos cuatro fases de entrada a las operaciones, una por mes, sujeta a evaluación permanente. Se han escogido actividades según sectores y según tamaño de empresas y operaciones.  

Ya estamos cerca al reinicio de las actividades económicas. Durante las pasadas ocho semanas, las autoridades han tenido el tiempo para preparar una salida en cuatro fases. Como anticipamos líneas arriba, el criterio para la estrategia de salida debe tomar en cuenta el factor de contagio. Para reducirlo debajo de la unidad (donde ya estaría  fines de mayo, gracias a la cuarentena), las empresas deberán bajar la probabilidad de contagio y el número de contactos por día. Las empresas que estén listas para comenzar a operar deben hacerlo. 

No debe imperar un criterio sectorial o de tamaño. Ello implica escoger a priori ganadores y perdedores. ¿Porqué una empresa pequeña y moderna debe esperar digamos hasta julio? Los diversos sectores económicos tienen intrínsecamente una tasa promedio de contactos al día y probabilidades de contagio. Sin embargo, sólo si son capaces de mejorar sus operaciones reduciendo ese factor, deberían poder operar, a diferencia de sus pares, en cualquier sector o subsector. En otra palabras, las firmas decidirán si pueden operar con los nuevas normas o si no podrán hacerlo. 

Asimismo, reiniciar la economía por sectores y tamaños, no toma en cuenta los encadenamientos intersectoriales. Se crearían cuellos de botella en la cadena de suministros. 

Además, una entrada tan pausada abona en el choque de oferta y demanda y no garantiza que los trabajadores de las empresas que están en la cola de entrada no salgan a las calles. Se tendría en este caso los costos de la cuarentena y ninguno de sus beneficios. 

Por su parte, el sector informal, por su propia naturaleza de existir al margen de las normas sectoriales, tributarias y laborales, saldrá a operar y elevará la tasa de contagio, tan cuidada por sus pares formales. 

Para las empresas informales no resulta efectiva una prohibición. Sus actividades siempre han estado prohibidas y han operado. En este caso, queda apelar a la economía del comportamiento para atacar los sesgos cognitivos que llevan sus ofertantes y demandantes a no observar los protocolos sanitarios. 

En definitiva, aún hay tiempo para reconsiderar la estrategia de salida. Siempre tomando en cuenta el tema central que es el sanitario. Afortunadamente, el Gobierno ha dado muestras de aprendizaje y cambio, cuando la realidad muestra otro camino.